Descubre cómo milenios de evolución –y grandes genios creativos– ayudaron a construir nuestro hogar
El diseño de interiores nació junto con la propia idea de humanidad. Organizar los espacios que habitamos y en los que producimos o nos reunimos, dotándoles de seguridad y practicada, es una necesidad básica.
A lo largo de la historia, el diseño de interiores ha reflejado siempre los cambios de nuestro estilo de vida. En la Edad Media, por ejemplo, cuando señores y vasallos vivían prácticamente juntos, en los mismos espacios, el mobiliario era escaso y compartido. El Renacimiento trajo la idea de privacidad, dando lugar a un sinfín de innovaciones que nos aportaron confort y belleza.
Pero esta historia comienza mucho antes. Aunque no siempre se ha documentado y valorado lo suficiente.
Sillas y cosas por el estilo
Inventadas en Egipto, hace unos 5 mil años, las sillas inicialmente eran bajas y tenían un papel especial, casi ceremonial, ya que la gente se sentaba con las piernas cruzadas, y a menudo en el suelo.
A lo largo de los siglos, evolucionaron, adquiriendo nuevos diseños y propósitos. Una adaptación de las sillas, el triclinio, mueble muy apreciado por las clases altas romanas, permitió a los comensales hacer lo que más les gustaba: comer, beber y charlar en banquetes sin fin, manteniendo una posición casi horizontal.
A lo largo de la Edad Media, las sillas se extendieron definitivamente, manteniendo a la gente fuera del suelo, un foco de enfermedades en una sociedad sin los conceptos contemporáneos de higiene o incluso privacidad: los señores y vasallos vivían confinados en los mismos entornos, y los pobres habitaban áreas cercanas al mercado y en medio de una intensa vida colectiva.
Desde el Renacimiento en adelante, las sillas alcanzaron un nivel de belleza y sofisticación sin precedentes. Incorporaron lujosos tapizados de seda y altos respaldos para abarcar los vestidos cada vez más grandes y elaborados de las damas de la floreciente burguesía.
Privacidad: cuando el diseño de interiores experimentó una transformación radical
En la casa renacentista, cada uno pasó a tener su espacio privado. Ese cambio propició novedades como tocadores con espejos (Siglo XV), el empapelado (Siglo XVI), los sofás tapizados y de patas torneadas (Siglo XVII), el fogón con plancha de hierro (Siglo XVIII) y la calefacción central (Século XVIII).
Los artesanos dedicados a la fabricación de muebles y objetos decorativos disfrutaban de una fama creciente, al crear soluciones bellas y más asequibles.
Adam, Hepplewhite, Chippendale, Sheraton y tantos otros maestros del mobiliario se volvieron sinónimos de sus creaciones, prestando sus nombres a piezas que han sobrevivido hasta nuestros días.
Si la base para comprender los orígenes del diseño de interiores en civilizaciones antiguas, como la egipcia, son prácticamente solo los dibujos y jeroglíficos en las paredes de las tumbas, ya que muy poco ha sobrevivido hasta el día de hoy, no se puede decir lo mismo de la explosión que se ha producido desde el Art Nouveau, una especie de embrión del modernismo.
Este estilo artístico del siglo XIX proporcionó una explosión de creación que le dio al diseño de interiores otro estatus.
Ahora integrada en la arquitectura, esta disciplina creativa llegó a ser reconocida por primera vez como tal.
Impulsado por el acero, el vidrio y otros materiales que salían continuamente de las líneas de producción de la Revolución Industrial, este movimiento produjo artistas de la talla de Louis Majorelle y Hector Guimard (Francia),
Victor Horta (Bélgica), Charles Rennie Mackintosh (Escocia) y Antoni Gaudí (España).
Para ellos, el futuro había llegado. Y estaba lleno de curvas, figuras femeninas, elementos orientales y tropicales.
Modernismo, Bauhaus y De Stijl
Mientras tanto, en países como Alemania y Estados Unidos, el hormigón armado supuso una revolución en la forma de construir, lo que impactó en el diseño de interiores. Las formas simples y poderosas de los rascacielos inspiraron muebles prácticos, con líneas atrevidas y sin lujos innecesarios. Nombres como Frank Lloyd Wright en los Estados Unidos y Le Corbusier en Francia han influido en generaciones de arquitectos y diseñadores de interiores.
En Alemania y Holanda, dos movimientos inspirados en las ideas del modernismo revolucionarían estas disciplinas. El movimiento neerlandés De Stijl (1917) y la escuela alemana Bauhaus (1919) sentaron las bases de lo que se podría llamar un estilo de clase media.
Una estética de líneas racionales marcó sus creaciones, como la mítica silla Wassilly (Marcel Breuer) y la butaca Barcelona (Mies Van der Rohe), verdaderos iconos del diseño.
Más al norte, algo estaba sucediendo –y que cambiaría nuevamente el curso del diseño de interiores. Inspirado en las casas ancestrales de Escandinavia, el denominado estilo nórdico se volvió sinónimo de una discreta sofisticación, a través de elementos sencillos como maderas claras, colores neutros, patas cónicas e inclinadas y líneas rectas.
El danés Arne Jacobsen sintetizó en su Egg Chair el sentido de elegancia de este nuevo estilo, que se esparció por el mundo de la mano de marcas globales, como la sueca Ikea.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, un planeta en fuerte crecimiento económico e inundado por las mismas referencias vio cómo las casas se volvían cada vez más semejantes.
Con diferencias regionales, de materiales, de formas y, sobre todo, de precio, los mismos muebles y elementos se multiplicaron en salones, cuartos, oficinas o espacios públicos de África al Lejano Oriente, de América Latina a Australia.
La manera en la que organizamos nuestros ambientes nos acerca, crea un sentido de pertenencia. Sin embargo, el diseño de interiores no se conforma con estándares ni entiende de limitaciones.
Y se ampara en una lógica simple e inmutable, propuesta por el diseñador William Morris en el siglo XIX: la de que pocas cosas nos aportan mayor bienestar que vivir en una casa bonita.
Fuente: Historia del Diseño de interiores: de la primera silla a la casa contemporánea | Domestika