
Noguchi creía que la tarea del escultor era dar forma al espacio, darle un orden y un significado y que ese arte “desaparecería” o se integraría con el entorno. Quizá fue su doble origen (su padre era un poeta japonés, su madre una escritora de origen escocés-americano) lo que lo hizo ver el mundo a través de la “unidad”.
Renuente e incapaz de ser encasillado, Noguchi creó esculturas que podrían ser tan abstractas como las de Henri Moore o tan realistas como las de Leonardo. Usaba todos los materiales que tenía al alcance de sus manos; piedra, metal, madera, arcilla, hueso, papel, o una mezcla de algunos o todos esos materiales; y empleaba todos los métodos: tallado, fundido, seccionado, golpeteo, cincelado o dinamitado de cualquier forma que se forje.
“Autolimitarte a un estilo particular puede hacerte un experto de esa escuela o punto de vista determinado, pero no deseo pertenecer a ninguna escuela”, dijo. “Siempre estoy aprendiendo, siempre descubriendo”.
Su gama de productos extraordinarios incluyó zonas de recreación y plazas, muebles y jardines, esculturas talladas en piedra, luces de papel Akari, tan delicadas que podían doblarse y colocarse en un sobre. También diseñó numerosas escenografías para la bailarina y coreógrafa Martha Graham, quien fue de gran influencia para él, al igual que su mentor, Constantin Brancusi.
